Cae la noche en la selva profunda del Sur de Camerún, a pocos kilómetros de la frontera con el Congo. Aquí el sol cae rápido, como si le urgiera dejar paso a la noche para que esta pueda llegar, instalarse y desplegar su encanto.
El sol, en sus últimos instantes de vida, se despide tiñendo todo de rojos, amarillos y naranjas, como si el cielo estallara en llamas, encendiendo el primer gran fuego de la noche.
Y por fin, cuando el manto negro con millones de estrellas cubre el cielo, cuando el sonido de la selva es canto desacompasado de millones de insectos, las mujeres y hombres de la etnia pigmea baka salen de sus viviendas, con una pequeña astilla en llamas de la lumbre de su hogar. Esa minúscula procesión de luces avanza en fila por la selva, silenciosa, hasta encontrarse en algún lugar acordado. Es entonces cuando todas las astillas de todas las casas se unen en el centro, dando luz a la hoguera que alumbra de nuevo la noche, trayendo de nuevo esos rojos, amarillos y naranjas que, minutos antes, poblaban el cielo.
La risa y el júbilo estallan. Los niños y las niñas toman asiento, algunos adultos van y vienen, los curiosos se acercan, parece que nunca se van a poner de acuerdo. Pero pronto, alguien levanta la voz: - “Sasa é?” (¿Me escucháis?) – pregunta. – “Saaa” (te escuchamos) – responden. Y todo el mundo presta atención.
En ese momento, comienzan los likanós, historias que recogen toda la tradición ancestral de los pueblos baka de la selva de Camerún. Hombres, mujeres, niños y niñas se animan a contar esas historias que alguna vez han oído a sus abuelas, a sus padres. Cuentos que hablan de la selva, de los animales que la pueblan, de la familia, de la comunidad y de sus relaciones. Y entre medias cantan y bailan, disfrutando de la velada a la luz del fuego. Y cuando el ruido de los cantos se vuelve ensordecedor, el narrador o narradora vuelve a su – “Sasá e?” –
- “Saaa” – responden. Y se hace el silencio, y así continúa el likanó.
Nos encontramos en el pueblo baka de Assok, participando en un proyecto que pretende preservar la memoria tradicional de las comunidades pigmeas de la selva del sur de Camerún. Esa cultura que esconden las historias y los cuentos, que se mantiene únicamente de generación en generación a través de la transmisión oral.
Los pueblos baka de la selva de Camerún son una de las comunidades más vulneradas del planeta. Consideradas por la organización Survival International como una de las etnias en peligro de desaparición en este S. XXI, han vivido toda su historia de manera nómada en contacto con la selva y han encontrado su equilibrio en ella, a la que conceden un carácter divino. No se limitan a vivir en su interior, sino que son parte de ella. Por eso la cuidan, la respetan y la conservan.
Sin embargo, la deforestación provocada por las industrias de explotación forestal y minera, así como la preservación de las áreas protegidas, forzó a estas comunidades a mediados del siglo pasado al abandono de su forma tradicional de vida y a la sedentarización como única alternativa. Actualmente se asientan en terrenos dominados por otras etnias mayoritarias, que aprovechan esta situación para emplearles como mano de obra barata en condiciones que, en ocasiones, rozan la esclavitud. Estas comunidades, antaño tan ligadas a la selva, van viendo como su identidad se diluye y se pierde año a año. Sólo las generaciones más ancianas recuerdan la vida en el interior de la espesura.
Durante más de dos semanas, un equipo formado por personas responsables de la ONG Zerca y Lejos, con casi 20 años de trabajo mano a mano con estas comunidades, acompañadas por Ana Cristina Herreros, filóloga y especialista en literatura tradicional, escritora, narradora oral y autora de libros de cuentos; Dani Tornero, narrador e ilustrador y Kike Carbajal, fotógrafo, estuvimos recorriendo diferentes pueblos baka de la selva del Sur de Camerún. El objetivo de esta acción era el dar forma a un libro ilustrado que recogiera las historias tradicionales de estos pueblos como vehículo para preservar su memoria.
Las historias se suceden hasta bien entrada la madrugada. Cuando el fuego se apaga, los cantos, los bailes y la risa dejan paso de vuelta al coro de millones insectos que convierten las noches de la selva en un arrullador sonido infinito. Y con esa melodía nos dormimos.
A la mañana siguiente despertamos muy temprano, pero el día hace ya horas que echó a andar. Los hombres se encuentran ya fuera del pueblo, en la caza, las mujeres trabajan el campo. Los niños y niñas más pequeños desfilan en uniforme a uno de los centros preescolares que la organización gestiona en la zona. No es más que una pequeña construcción de madera con el suelo de tierra, pero bajo ese techo, estos niños y niñas de 0 a 6 años comienzan a dar sus primeros pasos en el proceso educativo, abriéndoles un futuro más esperanzador. Aprenden conceptos básicos adaptados a su realidad, con temáticas que hablan de la caza de grandes animales, de la recolección de frutos o de las fiestas que celebran la llegada de Edjengui, espíritu de la selva, respetado por los pueblos baka y que indica que la cosecha será propicia.
Estos niños y niñas, que la noche anterior escuchaban con atención las historias, serán los protagonistas en la mañana, ya que con papeles y colores ilustran los animales, los árboles y los espíritus que aparecían en los likanós que resonaron durante la noche. Todos esos dibujos, llenos de formas y colores, servirían para decorar las páginas del libro.
Suzanne Abolo es una joven mujer baka, trabajadora de Zerca y Lejos, que ejerce como traductora de las historias de la lengua tradicional baka al francés, lengua oficial en Camerún. Ella, como mujer de una generación que ya ha nacido y crecido lejos de las costumbres ancestrales de los y las antepasadas de su etnia, reconoce la importancia de la transmisión oral para preservar la cultura tradicional baka.
“Los jóvenes de hoy en día necesitan estar conectados con sus tradiciones”. – cuenta – “Los likanós hablan del respeto a la selva, a los animales, a la comunidad. Si esas historias no se transmiten, los niños no van a saber cómo sus antepasados vivieron en la selva. Esa sabiduría se va a perder”.
Algunas de esas historias hablan, por ejemplo, de como Komba, Dios supremo de la selva, encomendó una misión a la rata, al milpiés y al antílope y cómo este último fue el único animal en respetar su palabra. Es así como Komba convirtió a la rata y al milpiés en lo que son hoy en día y dotó al antílope de unas habilidades que le hacen ser especialmente difícil de cazar. Tras una historia figurada como esta, se esconden realidades muy ancladas a la costumbre y las tradiciones de las comunidades, que consideran al antílope un animal respetable cuya caza se reserva únicamente para las grandes celebraciones.
Suzanne insiste en la importancia de preservar estas historias para que los y las más jóvenes entiendan que, aunque su realidad les aleje cada vez más de la selva, deben vivir en armonía con ella para mantener su identidad como único camino para luchar por su subsistencia como etnia.
El libro de la Selva de los pigmeos baka está editado por Libros de las Malas Compañías y un porcentaje de su precio de venta se destina a apoyar proyectos de educación para las comunidades pigmeas baka del Sur de Camerún a través de la ONG Zerca y Lejos. Si estás interesado en ahondar más en las historias de los baka puedes comprar el libro aquí.
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