El hecho de que algunos países sean más conocidos que otros escapa a nuestro control. Un día alguien señaló una playa de Río de Janeiro o descubrió el Machu Pichu y estos países y monumentos se convierten en iconos mundiales de la imaginación y la cultura del viajero. Si a ustedes les dieran una oportunidad de viajar a cualquier parte del mundo, sin consecuencias ni barreras, ¿cuál elegirían?
La gran mayoría de nosotros habría dicho Nueva York, Tokio, Londres u otras urbes tan representadas en nuestra cultura cinematográfica. Otros (porque las personas son como huellas dactilares o copos de nieve) se habrían decidido por la aventura y habrían dicho Dakar, Lima o Bangkok. Pero… ¿qué pasa con esos países que nunca aparecen en nuestra imaginación? ¿Qué hay en esos lares que nunca nadie se molestó en representar y elevar al olimpo del imaginario del viajero?
Así es como empieza esta historia, con esa misma sensación y un nombre: Paraguay.
En 2020, ese año que nunca nadie de este planeta olvidará, tuve la oportunidad de participar en un programa de becas del Gobierno español para trabajar en embajadas comerciales de España por el mundo.
Mientras participaba del programa se veía cómo funciona la mente al proyectarse en un futuro próximo. Todos mis compañeros y compañeras soñaban con un puñado de destinos (exóticos o no) salidos del imaginario colectivo de nuestra sociedad juvenil española y, en algunos casos, de experiencias personales.
Paraguay no fue mi primera opción, no.
No creáis que estoy exento de esta misma trampa en la que caemos casi todos con facilidad. Si mal no recuerdo, debía ser mi séptima opción dentro de quince que nos dejaban seleccionar y ordenar según nuestras preferencias. No obstante yo sabía que las posibilidades de recaer en ese país eran altas.
Y aquí estoy, escribiendo estas líneas para vosotros desde Recoleta, en el corazón de Asunción, esa capital de la que siempre te olvidabas al repasar el mapa político de América Latina. En estos escasos meses que llevo aquí hay una cosa que me ha llamado la atención por encima de todas las demás... Incluso aquí me preguntan, consternados y con incredulidad, como es que “elegí” venir a Paraguay. Muchos paraguayos me han asegurado que aquí hay poco que ver: “un puñado de misiones jesuíticas del año de la polca, dos ríos grandes y poco más”.
Pero con el tiempo me he fijado en que eso es una falacia. Medimos la importancia de un país por algunos factores instaurados en nuestra propia mente mientras vamos construyendo nuestro propio yo, y muchas veces esto nos “ciega” o, en otras palabras, nos impide ver más allá de lo que vemos (parafraseando a Rafiki).
En Paraguay he encontrado una cultura indígena que recorre profunda por las venas de un pueblo tremendamente orgulloso de su origen y de su historia, esa “garra guaraní” (1) de la que se hacen eco las barras de los equipos del Apertura y Clausura (2).
No obstante, esa misma gente me ha recibido de formas que no podría explicar con palabras. Imagínate recorrer volando a través del aire fino de la troposfera alrededor de 9.000 kilómetros desde tu casa y ver todas las barreras culturales derribarse delante de ti por momentos. La ayuda de todas las personas a las que he conocido hasta hoy ha sido constante. Siempre pensé que viajar te enseña a cuidarte solo, pero aquí me han enseñado que hay sitios donde te cuidan como en tu casa.
Guay del Paraguay
Eso era todo lo que sabía yo cuando vi “Asunción” en aquel documento en el que me daban plaza. Esa vieja frase hecha que de críos usábamos inconscientemente sin pararnos a pensar en qué demonios era “Paraguay”. El origen etimológico de la palabra guay data de la Edad Media e incluso se puede encontrar esta expresión en obras tan reconocidas como La Celestina.
No obstante, el origen moderno del concepto guay para expresar algo “muy bueno o estupendo” (definición de la R.A.E.) es de la década de los 80 y 90. Aquellas personas que hemos nacido y crecido en esas épocas hemos escuchado alguna vez la expresión “guay del Paraguay”.
En las pesquisas que realicé para escribir este artículo no encontré la razón por la que se usó a Paraguay para acompañar a esta expresión (obviando que es de las pocas rimas existentes en castellano).
No obstante, el destino quiso que quien acuñó esa expresión usase este país (y no Uruguay) para definir algo que es realmente bueno y realmente extraordinario. Y es que, por casualidades de la vida, la expresión no podría estar mejor construida. Paraguay es “guay del Paraguay”.
Ahora quiero contar brevemente por qué yo mismo me he tenido que replantear lo que sabía del mundo gracias a este pequeño país: una isla rodeada de tierra, como escribió Roa Bastos (3).
Las personas
Uno nunca suele pensar en cómo es la gente del sitio a donde va, fuera de las breves búsquedas a nuestro querido internet, algún pureta de la guía de 1987 y quien tiene la suerte de conocer gente de lugar previamente.
Pero si uno va a viajar yo entiendo que lo quiere experimentar todo del sitio al que va, y eso incluye a las personas. No se trata de ir a ver todos esos monumentos humanos y/o naturales a los que vamos a hacernos una foto (que hacen tan famosos y masificados esos mismos doce lugares que todos podemos recitar de memoria). Se trata de comprender qué representan estos íconos para el entorno natural y humano que los rodea. Y con ello, comprenderlo todo.
Mi experiencia es que como mejor se conoce un monumento, una ciudad, un pueblo, un rincón o un atardecer de cualquier esquina del mundo es tratar de verlo a través de los ojos de otro. Probablemente alguien que conozcas en el camino y que, sin necesidad de ser un local, conozca el lugar, de alguna forma, mejor que tú.
Y eso es lo que he encontrado en Paraguay. Su verdadero tesoro son las personas que aquí habitan. Desde el primer día, y siendo consciente de que a mí me gusta socializar, he sentido un profundo afán por enseñarme todo lo que guarda esta tierra por parte de todas las personas que me he encontrado en el camino.
Cerristas me han hablado con pasión del equipo del barrio, del pueblo, como si hablaran de sus hijos. Olimpistas me han contado las tretas que usan con los cerristas para restregarles sus éxitos continentales. TODOS, por supuesto, me han tratado de invitar alguna vez a algún asado, y casi todos han merecido ser uno de los mejores que he comido en mi vida.
He tenido que probar la sopa o la chipa guazú (4) de las madres de distintas personas para comprobar que no todas son iguales, y que hay secretos de la cocina que requieren años para descubrir. Todos me han tratado de enseñar algo de guaraní, y todas las personas han reído al escucharme pronunciar japiro (5).
Cuando escuchas con el corazón, aprendes tantas cosas... Y así es como he podido sentir a estas personas maravillosas que viven cada esquina de su país con orgullo. Para incidir en ello os voy a contar la historia de tres personas que representan el corazón de este capítulo.
Mónica Bareiro (@Monibareiro, periodista)
Mónica ó ‘Moni’, como le dicen los amigos, es la primera persona a la que conocí, antes incluso de poner un pie sobre suelo paraguayo. Ella es la máxima expresión de la hospitalidad paraguaya. Las palabras de mis predecesores aquí la definían como “la persona que siempre quieres que te cuide” en este país. Y no es para menos, puesto que Moni siempre ha estado dispuesta en todo momento a hacer que mi experiencia en Paraguay sea lo más paraguaya posible.
Siempre dispuesta a hacer un asado (ella los cocina porque es la jefa de las brasas y antes de incluso llegar a Paraguay ya me había organizado uno), es una de las personas con mejor conocimiento del Chaco de este país. El Chaco es una región tan dura como recóndita; uno de esos sitios que “no tienen nada” para el extranjero que busca esos puntos de referencia turísticos.
Sin embargo, una persona como Moni encuentra en extensos pantanales chaqueños (en este caso, es el humedal más grande del mundo y se extiende entre Brasil, Paraguay y Bolivia) esos rincones de su país que nadie se atreve a descubrir ni apreciar.
Realmente, conocer a Moni y el proyecto de Rover Landers en el que trabaja ha cambiado drásticamente mi forma de entender el turismo y a Paraguay. Junto con Marcelo Moleda (@mmoleda_, fundador de Rover Landers), dan vida a este proyecto que gira en torno a una Land Rover Defender del ‘96, herramienta con la que hacen llegar a cualquier viajero curioso hasta los rincones más profundos de Paraguay.
El concepto de “cómo uno viaja” es algo que realmente no solemos plantearnos. Cuando conocí a Marcelo y tuve la oportunidad de viajar con él y con Moni a bordo de la Defender del ’96 entendí el valor y la importancia que esto puede tener. No es solo viajar en una 4x4 vintage. Es tener que parar a sacar las ruedas del barro con la pala de Land Rover; es tener que ayudar a Marcelo a desencajar la transmisión en mitad del camino; es llegar lejos, sí, y disfrutar mientras llegas.
Karina Garcete (@Losdibujosdekari, artista)
Karina es uno de esos espíritus libres a quien las normas y los convencionalismos sociales no aplican. Karina y Lupe estudiaron en Barcelona, coincidiendo con Manuela, una gran amiga mía que me instó a conocerlas. Gracias a ellas dos, en mis primeras semanas en Asunción ya estaba yendo a ciclos de cine francés, conciertos de ópera y otros eventos culturales.
La verdad, siendo tremendamente sincero, no esperaba encontrar una vida cultural y artística tan rica en Asunción. Karina y su círculo de amigos me demostraron que las ideas preconcebidas suelen ser totalmente erróneas. Me enseñó que hay momentos en la vida en los que hay que armarse de valor y perseguir lo que el corazón, el estómago o, en última instancia, la intuición te pide.
Antes ella trabajaba en el sector de la banca. Hoy es una reputada artista plástica de Asunción. Karina representa la espiritualidad del pueblo guaraní, tremendamente conectado con la tierra y con las plantas. Una de las cosas que me ha enseñado conocerla es el profundo respeto que hay que tener por la naturaleza, por ese espacio que todos habitamos y del que todos dependemos, aunque vivamos en las grandes ciudades, palacios de cristal y cemento. Ella me ha enseñado el respeto por la cultura y por la idiosincrasia de nuestros ancestros, que indígenas (6) somos todos siempre que tengamos estos dos principios como leyes inamovibles de nuestra vida.
Marcio Samudio (@Samudiom_, viajero y blogger)
Marcio es probablemente la mayor inspiración respecto a filosofía del viaje que he conocido en los últimos años. Con tan solo un par de décadas en su haber es, probablemente, una de las personas que mejor conoce su país a su edad.
Algunas de sus normas de viaje son: “a dedo se llega mejor” (más divertido, nadie dijo más fácil) o “el termo de tereré viaja conmigo”. Por alguna razón me siento realmente identificado con las personas que viajan a dedo, puesto que ello implica una forma muy específica de ver el viaje.
Quienes abrazan esa filosofía, como Marcio, comprenden que lo bello del viaje no está en el destino, si no en el camino. Carpa, macuto, sombrero de paja y termo de tereré en mano, poco más se necesita para disfrutar de los mejores paisajes que ofrece Paraguay.
El tereré es la forma paraguaya de consumir hierbas en una bebida fría. A parte del mundialmente famoso mate, Marcio me enseñó que existen multitud de hierbas con las que preparar un tereré, así como remedios que se le añaden al agua con hielo para completar los beneficios de consumir esta bebida. Al bebedor de tereré se le reconoce por su gran termo lleno de agua con hielo y su guampa y su bombilla (7).
Y repito, la forma de viajar de Marcio es la mejor forma de disfrutar del Paraguay. Una de las cosas que más me llamó la atención de él cuando le conocí es que, realmente, es una persona que no falta un fin de semana a su cita con un viaje por Paraguay. Creo que todos deberíamos aprender a viajar como él. Creo que todos deberíamos conocer nuestro país tan bien como lo conoce él.
La naturaleza
Paraguay no cuenta con esos grandes monumentos naturales con los que cuentan sus vecinos (ni las montañas de los Andes, ni la frondosa jungla amazónica, ni los glaciares de Patagonia, tampoco las playas del Caribe o de Brasil).
Y, entonces, ¿qué le queda a Paraguay? Todo lo demás. La naturaleza es tan sabia que donde unos pocos no ven nada interesante (supongo que por la falta de accidentes geográficos magnificados por la imaginación humana), otros ven todo tipo de cosas de interés.
Paraguay es un país con nombre de río, y aunque todos nos podemos imaginar el gran río Colorado (sí, el que puso nombre a ese afamado Gran Cañón) o el Nilo como grandes ríos del mundo, a casi todos se nos olvida que las Cataratas de Iguazú eran una parte del Paraguay hasta la Guerra de la Triple Alianza (8).
Los ríos Paraná y Paraguay esculpen en esta tierra un mosaico de serpenteantes lenguas plateadas de agua que se deslizan por todo el país hacia el sur en su interminable camino hacia La Plata. De tantos sitios como he visto en mi vida, pocos rebosan la vida del agua que recorre Paraguay como si fuese sangre corriendo por las venas de una persona.
La región sur del país está regada de saltos de agua que conforman uno de los principales atractivos naturales. En el centro se encuentran las cordilleras y cerros que se esparcen por la región como si fueran piezas perdidas de otra cadena montañosa.
Cuando escuchas que el punto más alto del país (el cerro Tres Kandú) tiene una altura de apenas 820 metros piensas: “hay montes más altos en la parte de atrás de mi pueblo”. No obstante, lo que no te cuentan es que alrededor la tierra promedia una altura de 20-100 metros sobre el nivel del mar. Por lo que cuando uno “corona” uno de estos cerros sus pies se elevan a más de 500 metros sobre el suelo y en el horizonte solo se ve el mundo bajo tus pies. Es una de las mejores sensaciones que he encontrado como montañero.
Al norte se encuentra ese misterioso e inalcanzable Chaco. El clima y la orografía cambian drásticamente al acceder a esta zona y llegar hasta ella es la auténtica aventura. Esta región que abarca el 61% del territorio nacional es, sin embargo la menos poblada (0,87 hab por km2) y alberga cinco ecorregiones muy diferentes entre sí: Chaco seco, Pantanal, Chaco húmedo, Médanos y Cerrado. Mientras en el Chaco seco pueden pasar meses sin llover y se sufre la crítica falta de agua, el Pantanal pasa seis meses del año inundado.
Hasta allí se puede llegar remontando el río Negro en barco (como si de una expedición del siglo XVIII se tratase), llegar en avioneta (puesto que no hay avión comercial que pueda aterrizar en los aeródromos del Chaco) o tomarse una o dos semanas libres para sobrevivir al camino por tierra (preferiblemente en una 4x4 como la de Moni y Marcelo).
Aun así, el Chaco tiene uno de los mayores tesoros de este país: su diversidad. La diversidad del Chaco se divide en dos ramas: la natural y la humana. En el Chaco se pueden encontrar desde grandes felinos como el jaguar, el ocelote o el puma, hasta otros curiosos habitantes como el tapir, el armadillo gigante, el oso hormiguero gigante, el capibara, la anaconda…
Pero la diversidad humana es de las cosas que más me llamó la atención del Chaco cuando comencé a conocer la realidad de esta región. Esta zona oriental de Paraguay acoge los secretos mejor guardados por las comunidades indígenas del país.
Si en el país siempre vas a encontrar alguien que hable guaraní o te cuente historias de la etnia guaraní, en el Chaco conviven tres familias lingüísticas con diez etnias distintas. La parte central del Chaco paraguayo la ocupan los grupos de los maskoy. Estos se subdividen en las lenguas toba, sanapaná, angaité y guaná. Todos dialectos de un origen lingüístico común.
Hacia el sur de los maskoy, entrando en el Chaco argentino, vivían la familia de los Mataco, de los cuales se desprenden tres grupos que se ubicaban al norte del río Pilcomayo: los nivaclé, los choroti y los macá. La parte del Chaco norteño pertenecía a dos grupos de la familia Zamuco, los chamacoco y los ayoreo.
Como comprenderéis, ahora mismo y aquí no puedo hacer un desglose de las curiosidades, leyendas y características de la cultura o artesanía de cada grupo. No obstante, podéis comprobar que las tierras como el Chaco, lejos de “no tener nada interesante”, están llenas de vida y rebosan una riqueza natural y humana sin parangón.
Jaha chera'a
Con estas palabras en guaraní (que literalmente significan: “vamos, mi amigo”) te invito a visitar Paraguay, así como te invito a que deconstruyas tu idea de un país antes de visitarlo. Te invito a que abandones tus prejuicios, creencias e ideas preconcebidas para que en tu mente y en tu corazón quede espacio para aprender, desaprender y reaprender qué es lo que los países y las personas que los habitan pueden enseñar.
Te invito a que le digas “Jaha Chera’a” a cualquier persona que esté dispuesta a descubrir un sitio contigo que jamás hubieras metido en una lista de “sitios a los que viajaría antes de morir”.
Ángel Álvarez de Lara
(1) La “Garra guaraní” es una expresión usada por los paraguayos para referirse a la fuerza y orgullo de todo el pueblo paraguayo.
(2) La liga profesional de fútbol de Paraguay, que es la segunda o tercera mejor de América Latina, según al paraguayo al que preguntes.
(3) Si no sabes quién es Roa Bastos es porque lees poco. Si lo sabes, seguro que la gente asiente educadamente mientras sueltas una parrafada pedante sobre la gran obra de este personaje en unas cervezas, pero que te quinten lo bailao.
(4) Sopa es un pastel sólido de maíz y queso. Chipa Guazú es otra forma de preparar un plato parecido, pero hecho con el maíz fresco. Existe un eterno debate sobre si es mejor la sopa o la chipa guazú, y en general la chipa gana por goleada (es más jugosa).
(5) Que significa “bajar el prepucio” y es usado en muchos contextos, pero, en cualquier caso, es una palabrota. No me miréis raro porque todos hemos aprendido una palabrota entre las tres primeras palabras que hemos interiorizado de un idioma, por voluntad propia o no.
(6) En un concepto abierto de indigenismo. Todos venimos de algún lugar de la tierra y de algún grupo humano, por lo que, si uno respeta toda la tierra y toda cultura del mundo, uno es un abanderado del indigenismo y sus enseñanzas.
(7) La guampa es el vaso o “matera” en el que se depositan las hierbas. La bombilla es la cánula desde la que se filtra y se bebe el tereré.
(8) Como aquí no puedo explicar estos eventos históricos, os recomiendo que leáis algo al respecto. Imaginad una guerra en la que un país como Paraguay se enfrenta a TODOS sus vecinos, incluidos Brasil y Argentina.
Digno de leerlo, espero que mucha gente también se deleiten y viajen a través de tus letras. No te canses de descubrir nuestro querido Paraguay, estoy segura que tiene muchísimo que ofrecerte aún.