A lo largo de mi vida siempre he escuchado: “me voy de viaje unos días para desconectar un poco; he pedido un par de días libres en el trabajo y me voy para desconectar; etc”. A medida que mi crecimiento personal se desarrolló y el concepto de viaje fue cambiando en mi interior, me volví a replantear este concepto.
Viajar para desconectar… ¿desconectar de qué?
En más de un viaje he escuchado a varias personas decir: “bueno, ya queda poco para volver a la vida real”. Esto me da que pensar… ¿acaso no es real esto que estás viviendo?
Es tal el estado de alienación y enajenación que experimentan tantas personas que el viajar se ha convertido en algo idílico, casi utópico, y que nos aleja de estas realidades.
Todavía me cuesta entender estos pensamientos aunque he de decir que no me sorprenden, al menos no en una sociedad en la que se habla de 22 días de vacaciones al año.
Todos hemos sentido las ganas e incluso la necesidad de escapar, de desconectar con nuestras vidas. Esto es un proceso de aprendizaje por el cual todos hemos pasado o pasaremos, no la rúbrica de todos nuestros viajes.
Desde pequeños nos inculcaron esta idea y a día de hoy seguimos percibiéndola así en nuestros círculos cercanos. Es un círculo vicioso del cual es muy difícil escapar.
Esto es estudiado y aprovechado por las agencias de turismo y por las grandes mentes del marketing actual. No solo nos venden un paquete de viaje, nos están vendiendo una experiencia de desconexión… y por lo que parece son muchos los que quieren desconectar de sus vidas.
Paradójicamente cada vez es más difícil desconectar. Nos alejamos físicamente pero nos sumergimos de lleno en nuestros smartphones y en las plataformas online que estos nos brindan.
Hemos perdido la capacidad de disfrutar de los pequeños momentos que nos ofrece la vida mientras que hemos desarrollado una gran habilidad por inmortalizar ese momento y compartirlo en nuestras redes sociales. Estas experiencias ya no se miden en las sensaciones que me producen sino en las sensaciones que causo a mis seguidores.
Me gustaría proponeros un cambio en el paradigma y alejarnos del concepto de viajar para desconectar y empezar a viajar para conectar con uno mismo.
A lo largo de mis últimos viajes he sentido una mayor conexión que nunca conmigo mismo, con el resto de personas y con este mundo:
Ya no viajo para desconectar, viajo para ser más consciente de mi vida y a su vez como ejercicio de introspección.
Ya no viajo para huir de nada ni de nadie, viajo para ampliar mis horizontes y conocer a la gente que habita este mundo.
Ya no viajo para compartir mis experiencias en las redes sociales, viajo para mi desarrollo y aprendizaje interno.
Ya no viajo con ideas preconcebidas, viajo para dejarme sorprender y romper con todos los prejuicios hacia culturas, religiones y zonas del mundo poco conocidas o estigmatizadas.
Ya no viajo para conocer el mundo, viajo para conocer a la gente que habita este mundo.
Ya no viajo para aparentar, viajo para ser.
Y tú… ¿para qué viajas?
David Fernández (@davsolimpico)
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