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África es una lección de vida

Excelentísimo Vicerrector, estimados organizadores, señoras y señores, queridos compañeros.

Hace ya unas semanas se me pidió prepararme un discurso para un día tan señalado como el de hoy. Y desde ese preciso momento en mi cabeza no podía parar de preguntarme ¿Y de qué hablo yo durante más de 5 minutos? ¿Qué les cuento? si yo nunca he sido de hablar mucho, todo lo contrario, siempre se me ha dado mejor escuchar, observar, sentir. Y a eso voy a dedicar los siguientes minutos, a intentar trasmitir aquello que escuché, observé, sentí y conseguí entender, durante mi estancia en Kenia.


Amanece en Nairobi, otro día más. Es invierno, pero el sol no tarda en calentar la chapa metálica que forma las paredes de su casa . Ella es una madre joven y soltera, vive en Kibera (el segundo slum más grande de toda África), como muchas madres de su vecindario, se quedó embarazada con 14 años, en su primera menstruación, antes de cumplir 18 el padre de sus dos hijos la abandonó, ahora tiene 5 y acaba de cumplir 30. Ella se levanta todos los días antes de que salga el sol y junto con su hijo mayor compran la comida del día y recogen las medicinas para dos de sus hijos, enfermos de sida. El camino a Leatoto (fundación que les proporciona los medicamentos de manera gratuita) es todas las mañanas el mismo, salen de casa en la oscuridad de la noche y los primeros rayos de sol van descubriendo la realidad del barrio más pobre de todo Nairobi. Un paisaje de miseria, chabolas del tamaño de la cocina de vuestras casas donde duermen decenas de personas, riachuelos negros de aguas fétidas, gallinas y perros tan enfermos que parecen mutantes, Jóvenes borrachos, entregados al alcohol como única forma de evasión, montañas de basura situadas sobre más basura cimentada, donde juegan un grupo de niños de preescolar descalzos, miradas tristes, sin luz, vacías de cualquier tipo de esperanza. Todas las mañanas el mismo camino, Ella mira, observa, no parpadea.


A media mañana, 4 jóvenes wazungus (piel blanca) le hacen una visita a su casa, dicen que son de un país llamado España, Ella les acoge bajo la chapa metálica de su casa y se disculpa por no tener un aperitivo que poder ofrecer ya que no esperaba su visita.

¡Nos pidió perdón por no estar compartiendo comida con nosotros!. Ella y sus 5 hijos viven con 1con90€ al día.


En ese momento aprendí que la grandeza de las personas se encuentra en los detalles más pequeños.

Amanece en Nairobi, Él saca la cartera y paga al Uber con los últimos 500 chelines que le quedan, suspira, por fin en casa después de una larga y divertida noche. Él tiene 28 años, es ingeniero, madrileño y trabaja en una conocida empresa española con sede en Nairobi.


Se levanta y va al trabajo, como no aguantaba el tráfico se alquiló una casa a escasos 15 minutos andando, era un poco más cara pero podía permitírselo, además así puede aprovechar el descanso de medio día para comer en casa, nadar en su piscina o sudar un poco en el gimnasio.


Por la noche le gusta divertirse, a veces va a fiestas organizadas en las casas de alguno de sus amigos, (casas con seguridad privada 24h, céntricas, azotea planta 15) también frecuenta el Brue Bistro, su local favorito, donde siempre que va suele gastarse 30€-40€.


El Pib per cápita español es 22 veces el keniano. Él aceptó el traslado por la jugosa mejora salarial que implicaba. Todos los días camino al trabajo pasa por un puesto ambulante de venta de ropa (probablemente de 2ª o 3ª mano) que utiliza las ramas de un árbol como escaparate, se cruza con un par de hombres que le piden limosna al ver que es muzungu y con un chico (en edad de ir a la escuela) que tiene un rústico carro portátil donde vende fruta y bebida. Todas las mañanas el mismo camino, Él mira, observa, no parpadea. ¿Es un monstruo? 


Desde Moncloa a la puerta de ICADE, todos los días me cruzo con los mismos 3 mendigos. Acaso ¿Les ayudo? ¿Les miro siquiera a los ojos? ¿Soy un monstruo? En ese momento aprendí que para cambiar el mundo tienes que empezar cambiándote a ti mismo.


Amanece en Nyumbani, un grupo de estudiantes españoles está de visita. Nyumbani Village es un proyecto que ha conseguido crear una comunidad que acoge a casi 1000 niños huérfanos (y 100 abuelas) contando con una escuela primaria, secundaria y politécnica. Proporciona una casa, una familia y un futuro a niños desamparados.


Visitamos el Pueblo, las casas, las escuelas, el huerto, la iglesia, y como no el campo de fútbol. Y ahí estábamos nosotros, escuchando cómo funciona el programa de microcréditos de la mano de una de sus participantes, Betty.


Betty de veintipocos años y embarazada de unos meses, criada en Nyumbani, se ha graduado el año pasado y gracias a este programa acaba de abrir su propia mercería. Al día siguiente de explicarnos el programa de microcréditos, visitamos su pequeño pero encantador local, donde el colorido de las telas africanas hablaba por si solo. La preguntámos como va el negocio, como es África y muchos de nosotros nos llevamos ese trocito del continente en forma de tela para casa.


Betty, ojalá ese accidente nunca hubiese tenido lugar, y no os hubieseis ido. 


Hablo en nombre de mis compañeros y en el mío propio, cuando digo que este discurso va dedicado a tu hijo y a ti, Betty. Allí donde estéis.


África es, ante todo y sobre todo, una lección de vida.


Pablo Márquez

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